Muralla de La Habana

Para completar el proyecto de defensa de La Habana una vez iniciado el primer sistema de fortificaciones costeras, se pensó en amurallar la ciudad para convertirla en una plaza inexpugnable.
En 1603, el ingeniero militar Cristóbal de Roda proyectó el amurallamiento de La Habana, inicialmente realizado con troncos de árboles.
Las verdaderas obras, que comenzaron en 1674 y se extendieron hasta 1797, tienen un diseño diferente al original, abarcan también parte del litoral y forman un arco de 4,5 km y 10 m de altura como promedio. Con nueve baluartes, puertas de acceso y 180 piezas de artillería, se estableció el límite de la ciudad original.
El acceso a la ciudad intramuros se regía con estricto horario de apertura al amanecer y cierre al anochecer. El crecimiento de la ciudad fuera de la muralla y la poca utilidad militar de la misma, comenzó a representar un obstáculo para el tráfico y el comercio, por lo cual se decidió su derribo.
La demolición empezó en 1863 y se extendió hasta inicios del presente siglo. El barrio, conocido como Las Murallas, pronto se convirtió en la génesis de la ciudad moderna, con importantes edificios civiles y comerciales para construir lujosos palacios y residencias.
Fragmentos de la muralla, cinturón de La Habana durante siglos, quedan hoy como testigos del hecho que más haya influido en la historia urbana de la Isla. Este muro prefiguró la ciudad futura, acentuó su estructura y orientó su crecimiento inicial.